miércoles, 15 de enero de 2014

Capítulo 5.


*

La chica subía la mirada poco a poco. Parecía tener miedo de lo que fuese a pasar.

Sin embargo, la dulzura permanecía corriendo a toda velocidad y sin frenos por mis venas. La mirada de esa chica me ganaba.

Pero, ¿Qué diablos hacía pensando en algo como eso?

-Me acabas de empapar. – Me quejé.
-Ha sido sin querer. – Contestó.
-¿Qué haces aquí?
-Podría decir lo mismo.

¿Podría decir lo mismo? ¿Acaso ella me estaba dando de clases de matemáticas o estaba haciendo el ridículo diariamente en algo que no tendría por qué incumbirle?

-Al final no me hiciste caso y saliste.
-¿Desde cuándo eres tú el que me da órdenes de qué tengo que hacer? – Me preguntó.

Sus grandes ojos se deslizaron de nuevo a mi mirada, arrastrando sus grandes y maquilladas pestañas tras ellos. Sonreí inevitablemente. Su dulzura había ganado la batalla.

Ganaba a Niall Horan. ¿Qué tipo de brujería tenían sus ojos?

-¡______! – Exclamó un chico. - ¡Vamos!
-Ya voy. – Contestó ella.

Me quedé algo desconcertado. Anne me había dicho que su hermana no salía con nadie. ¿Y ese chico entonces quién era?

-Mejor voy a pedir a alguien una camiseta de recambio… - Dije.
-Bien.
-Hasta luego.

Empecé a esquivar a gente y, de nuevo, avisté a Tom y Jordan. ¡Por fin!

Los chicos me miraron con el ceño fruncido al darse cuenta de que tenía la camiseta empapada de refresco. Encogí mis hombros y continué mi camino.

-¡Niall, Niall! – Exclamaron detrás de mí.

Me giré. De nuevo era ______. Parecía estar sofocada y cansada de esquivar gente para decirme o hacerme saber algo.

-Disculpa por… mancharte. – Dijo.

Su gesto tan inocente hizo que no pudiese evitar endulzarme de nuevo. ¡Y me daba rabia!

-No te preocupes, se secará antes de que me vaya. – Dije, como un idiota.

La sonreí y antes de seguir humillándome más, di media vuelta y continué mi camino, terminando donde estaban mis dos amigos.

-Vámonos fuera. – Les sugerí.

Los chicos asintieron con la cabeza y todos emprendimos camino.

-¿Qué te ha pasado? – Me preguntó Jordan.
-Me han tirado un refresco. – Dije.
-¿Quién? ¿La chica con la que hablabas? – Preguntó Tom, rodeándome el cuello con su brazo. – Dime, ¿Quién era?

Le miré y, aun que la música estaba alta, escuché lo que me dijo a la perfección.

-¿Acaso te gusta? ¿Quieres que hablemos con ella? – Preguntó de nuevo.
-¿Estás loco, Tom? – Protesté, soltando su brazo de mi cuello.

Salimos al porche en el que había unas escaleras que llevaban a un pequeño pasillo, el cual conducía al exterior de la calle.

Atravesamos la pequeña carretera y llegamos al coche donde estaban todos los demás.

-Aparte de que tengo novia, esa es una niñata. – Dije.
-¿Quién es una niñata? – Preguntó Zayn.
-Una chica de ahí adentro. – Contestó Tom. – Estaba demasiado cerca de Niall cuando le encontramos por fin.
-¿Qué te ha pasado? – Preguntó Zayn cuando se fijó en mi camiseta.
-Un accidente con una bebida. – Informé.

Me apoyé en el capó y empecé a jugar con mis pulgares. ¿Qué hacía ella aquí? ¿No me podía haber encontrado a alguien que no fuese _____? ¿O no podría haberme tirado el refresco otra persona?

Su mirada me martirizaba. Quizás fuese porque me recordaba totalmente a la mirada de Anne, y no tuviese más explicación. Sin embargo, lo único que sabía a ciencia cierta era que escalofríos se apoderaban de mí cuando miraba sus ojos.

-Oye, Niall. – Exclamó Tom. -¿No era esa la chica con la que hablabas dentro de la casa?

Subí la mirada y encontré a la chica bajando las escaleras del chalet. Fruncí el ceño y asentí.

-¿Esa no es la hermana de tu novia? – Preguntó Zayn.
-Lo es. – Dije.
-¡¿Es la hermana de tu novia?! – Exclamó Tom viniendo hacia mí.
-Sí, tío. ¿Algún problema? – Contesté.
-¿La niñata? – Volvió a preguntar Tom.
-Sí, la niñata. – Contesté.
-Vamos a reírnos un rato. Jordan, baja la música. – Sugirió Zayn. - ¿Cómo se llama?

Miré a Zayn y él me asintió con la cabeza para transmitirme confianza.

-______. – Contesté.
-¡_________! – Exclamó el chico.

Ella no se giró y continuó su camino, incluso apresuró el paso. ¿Habría hecho bien en decirle su nombre?

Vi como Zayn insistía, y al fin ______ se giró. No parecía muy contenta, quizás se habría enfadado con alguna amiga suya.

La discusión entre ambos continuaba.

-¿Eres gilipollas? – Exclamó la chica.

Su grito se pudo escuchar desde donde me encontraba.

Alguien se encargó de bajar del todo el volumen del coche.

-¿Qué pasa? – Preguntaron.

Fruncí el ceño y observé como Zayn escupió a _____. Mi gesto no daba abasto para comprobar que lo que estaba viendo era cierto.

El chico se dio la vuelta y emprendió camino hacia nosotros, con una radiante sonrisa. Mi gesto era de total sorpresa. ¿Cómo diablos había hecho eso?

_______ fue detrás de él.

-Si eres tan machito, ¿qué haces escupiendo a tías? – Dijo la chica.

Todos nos sorprendimos, yo sobre todo. Mientras los demás daban baza a la pelea, yo pensaba en como intervenir. Tenía que hacer algo.

-¿Qué quieres? ¿Más pelea? A dentro tengo tías que no se andan con rodeos y te dejan la cara plana. - Advirtió Zayn.

Mientras yo seguía pensando en qué hacer, observé como ______ susurró algo a Zayn que yo no logré escuchar.

-Llamad a las chicas. A ver qué tal se las apaña. – Ordenó Zayn.

Este era el momento.

-Eh. – Dije, alejándome del capó y acercándome a ellos dos. –No te pases, tío.

Mis amigos se quedaron sorprendidos mientras mis pasos cada vez eran más rápidos. Zayn me miraba desconcertado.

_____ se retiró de mi lado para dejar que me pusiese delante del chico.

-Te has pasado, Zayn. – Dije.
-¿Qué después de llamarle niñata la defiendes? – Exclamó Zayn, fingiendo estar ofendido.
-No hace falta que me defienda nadie. Se hacerlo yo solita. – Contestó ______.
-Cállate, _____ . – Le ordené. – Y tú, Zayn. Vete a meterte con chicas más de tu edad, porque eso de meterte con gente más pequeña que tú, y encima chicas, algo patético sí que es.

Estaba defendiendo a una chica de mis amigos. Pero no a una chica cualquiera; Estaba defendiendo a la hermana de mi novia, etiquetada como mi cuñada.

-Tío, ¿qué haces defendiendo a la niñata esa? Enserio, aléjate de ella. – Dijo Zayn.

_____ se encontraba en mi espalda, resguardada de él. De mi amigo. No sabía si estaba haciendo lo correcto, pero sabía que mi instinto me había gritado dejándose la voz que _____ necesitaba mi ayuda, y me imaginé por un momento sus ojos expresivos y brillantes tapados con sus preciosas y cuidadas manos por el miedo, y no pude evitar sobreponerla ante mi amigo.

Y, mucho menos, me podía permitir el lujo de perder a Anne por algo así.

-Deja de decir a todo el mundo lo que debe de hacer y preocúpate de ti primero. – Contesté.

Zayn me miró con gesto desconcertado. Lo que había hecho no era lo correcto.

Cogí del brazo a la chica y empecé a tirar de ella para continuar caminando. ______ se dejaba llevar sin ningún tipo de queja.

Me imaginé a Zayn con el ceño fruncido y con rabia en sus venas, pero era lo que menos me importaba ahora mismo. Lo único que quería era alejar a ______ lo máximo posible de él, y alejarme a mí mismo de problemas en los que ______ me podría envolver.

-Prefiero que olvides todo lo de esta noche. – Decidí decir, para aclarar las dudas.
-¿Olvidar? – Preguntó ella.
-Seguro que te quedaste con mala imagen de mi e irás a contárselo a tu madre.
-¿Estás loco? – La chica rió y mostró una expresión que no conocía. Era igual de guapa que Anne.  – No pienso decirle nada.
-No me perdonaría perder a una chica como tú hermana por culpa de mis amigos. – Confesé.

La chica pareció cambiar el gesto completamente. Su sonrisa desapareció en cuestión de milésimas, y parecía recapacitar sobre algo.

-Tranquilo. – Me dijo. – No haré nada que te pueda hacer daño. Y mucho menos que pueda poner en peligro tu relación con mi hermana. – Añadió.

Tranquilidad me recorrió por todo el cuerpo.

-Gracias… - Decidí decir.

Ella me sonrió. No sabíamos que decir mientras que en mi cabeza solo existía la palabra “culpable”

-¿Me vas a acompañar a casa? – Me preguntó mientras andábamos.

Una ingenua pregunta, para alguien con sus ojos.

-No creo que sea buena idea que una chica como tú ande sola a estas horas. – Contesté.- Y, por cierto. Perdón por llamarte esta mañana niñata… Creo que aún no te conozco lo suficiente como para juzgarte. A parte, me acabas de demostrar delante de Zayn que no lo eres.

La chica se quedó unos segundos sonriente, mientras quizás procesaba que el estúpido chico que le había intentado dejar mal delante de sus amigos, ahora se había autoconvertido.

-Debo de reconocer que pensé de todo sobre ti cuando me dijiste eso de niñata. – Confesó. – Pero también debo de decirte que esta noche me has demostrado que detrás de ese chico insoportable y prepotente que parecías ser, se esconde alguien majo.

Sonreí a su comentario, pero no quise mirarla. No quise tener ningún pensamiento sobre sus ojos, y sabía que si los míos y los de ellas se encontraban, pensaría algo fuera de lugar.

Aproveché la primera excusa que obtuve en un entorno como en el que estábamos; Pero si algo me caracterizaba, era mi manera de improvisar.

-Debo de decirte algo yo también. – Dije.

La chica frunció el ceño intentando adivinar lo que querría decirle.

-Ya hemos llegado a tu casa.
-Ah. Sí, claro.

La sonreí y ella pareció también hacerlo.

-No sé si Anne habrá llegado ya… - Me informó.
-Tranquila, no quiero molestarla. Mañana te veo.

Intenté no mirarla a los ojos, y me abalancé rápidamente sobre sus mejillas para darla dos rápidos besos.

-Claro. – Dijo, después de mi despedida.

La miré por última vez mientras cogía aire. Me giré intimidado por sus profundos ojos marrones, grandes, enormes. ¡Oh, Dios mío! Tenía los ojos más preciosos que había visto en mi vida.

Me di media vuelta y emprendí camino hacia algún sitio, mientras sacudí mi cabeza y quité esa loca idea de mi cabeza. ¡Era la hermana de mi novia! No podía tener ningún tipo de pensamientos parecidos. Con nadie. Y con ella menos.


¡¿Qué diablos me pasaba con sus ojos?! ¡¿Qué diablos me pasaba con esa cría?!


sábado, 11 de enero de 2014

Capítulo 4.

Le había mandado hacer un ejercicio. Sí, debía hacerlo. Era mi deber. Enseñarla.

Sin embargo, seguía estando intimidado.

La chica escribía, intentando seguir los pasos que yo seguí segundos antes.  

Quería mirar el folio, pero no pude evitar mirarla a ella. ¿Quizás me desconcentraba por el gran parecido que tenían ella y Anne? ¿O quizás porque de verdad estaría delirando?

La chica seguía intentando averiguar la solución a esa operación, pero no la encontraba.

Algo me sobresaltó. Una vibración encima del escritorio hizo desconcentrarme de todo. Y de mi análisis continuo a la hermana de mi novia.

_____ me miró intentando decirme que cogería el teléfono, pero yo retiré mi mirada, empezando a jugar con el botón de mi bolígrafo e intentando evitar lo perdido que me encontraba.

-¿Sí? – Contestó el teléfono.

Escuché una voz que salía del móvil. No escuchaba bien lo que quería decir, pues no tenía el suficiente volumen para entender de qué se trataba.

-No tengo muchas ganas de fiesta, la verdad… - Añadió _____.

¡Mierda! La fiesta. Me había olvidado por completo que Zayn y los demás me dijeron que tenía que ir. Esa era una de las típicas fiestas que montaban las niñas pijas después de terminar los estudios, y como costumbre nuestra, no podíamos faltar.

La chica no contestó más a la aparente charla que le había dado la otra persona del teléfono. _____ se quedó desconcertada. Sin embargo, me di cuenta que mas desconcertado me encontraba yo. Estaba dando clases a una niñata que lo único que le interesaba era irse de fiesta.

-¿Ya? – Pregunté.
-Eh… sí. Lo siento. – Se disculpó.
-Pues ya es hora de irme. – Dije, intentado no sonar muy alegre. Incluso soné seco y borde. Choqué los cinco en mi imaginación. – Será mejor que estudies y te dejes de tanta fiesta, sino, estaremos los dos haciendo el tonto.

Me levanté del asiento y recogí todo tan rápido como pude. Lo metí en la bandolera mientras que ella se giró y me miraba, parecía enfadada.

-¿Cómo? – Preguntó, perdida.
-Adiós.

Colgué mi bandolera en el hombro y empecé a atravesar toda la habitación hasta llegar a la puerta. Cogí el pomo, pero me interrumpieron antes de girar.

-¿Puedes repetir eso último que me has dicho? – Me preguntó _____.
-¿Perdón?  - Repliqué.
- Si fuese tú yo me andaría con más cuidado. – La chica se levantó de la silla y se acercó a mí. - A mí me influye nada y menos que un rubito de metro setenta y muchos esté dándome clases de matemáticas por algo que debe de ganarse él. Estoy segura de que a mí me vendría mejor otro profesor que tuviese algo de idea de lo que hace y no fuese tan pasota como tú. Si te piensas que me voy a callar a tus malos humores, mejor lárgate, pero no vuelvas. Estoy segura de que mi madre estará encantada, al igual que yo.

Me eché a reír en mi interior. ¿Cómo narices una niñata tan impertinente como ella había logrado distraerme como lo hizo mientras miraba sus manos y sus ojos? ¡Maldita estúpida!

-Si estoy aquí es por tu hermana, no porque tenga mayor interés en que una cría como tú apruebe una puta asignatura. – Contesté.
-Ni yo tengo interés en que un creído como tú me dé clases de matemáticas. – Musitó, enfadada.

La miré por última vez y chisté, no sin no haberle soltado un impertinente comentario: “Menuda niñata”.

Giré el pomo y abrí la puerta en el momento que alguien iba a entrar. Bajé la mirada y di con ella. Di con Anne.

¡Oh, Dios mío! Mi única salvación en los metros cuadrados de esta casa por fin estaba conmigo.

-¡Hola chicos! – Exclamó Anne entusiasmada.
-Hola. – Contesté.

Comencé a andar hacia las escaleras, dejando a Anne en la puerta de la habitación, mirando a ______ que seguramente permanecería enfadada.

No tardó ni dos segundos en venir detrás de mí.

Comencé a bajar las escaleras, pero ella me cogió del brazo y me frenó.

-Niall, espera. – Me pidió.

Me paré por completo y la miré a los ojos.

-¿Qué? – Contesté.
-¿Qué diablos ha pasado? – Preguntó.
-Nada. – Dije.
-Vamos, Niall.
-Mira Anne, lo siento. No sirvo para esto. No. Abandono.
-¡¿Estás loco?! Me has prometido la última oportunidad.
-No soporto a tu hermana. Es una niñata impertinente, insoportable…
-¡Eh! – Me interrumpió. – Relájate. No será para tanto.
-Lo es, Anne. Mientras estábamos dando clases ella ha cogido el teléfono y ha empezado a planear la fiesta de esta noche con una amiga. ¿Crees que yo puedo soportar eso? ¿A cambio de qué?
-¿Has discutido con ella? – Me pregunta la chica.

Miro hacia el suelo y me arrepiento.

-Sí… - Murmuro.
-¡Joder, Niall! ¿Estás loco? Como le cuente algo a mi madre, despídete de mí. De poder verme. De todo.
-Anne, no entiendo por qué diablos tengo que hacer esto. ¡Preferiría irme al ejército!
-Por mí, Niall. No tengo una familia fácil y tienes que entenderlo. Ya te he pedido mi última oportunidad. Tienes que cogerla o dejarla. Pero sabes las consecuencias que conlleva todo esto.

Anne miró al suelo y buscó otra excusa para convencerme.

-Mi hermana no es nada de eso. Creo que tú eres demasiado frío con ella, distante. Intenta ser algo más amable, quizás así todo sea más ameno para los dos.

Suspiré. Miré a los ojos de la chica y sentí un pinchazo en el estómago. Por fin había encontrado a alguien que me gustaba, y no estaba dispuesto a perderla. Solo sería un tiempo. Sólo serían unos días y la tendría para siempre.

-Está bien. – Dije. – Última oportunidad, Anne.
-Bien. – Asintió con la cabeza.
***
Llegamos a la casa de la pija seleccionada este año. Sus padres se habían ido de fin de semana y había montado una gran fiesta, a la cual nosotros no podíamos faltar.

Aparcamos el coche enfrente de la casa y todos salimos. Zayn abrió las puertas del coche y puso la música tan alta como pudo.

Yo me apoyé en el capó del coche. Pasaba una gran cantidad de gente. Esa casa tenía que ser una mansión en el interior, y yo no estaba dispuesto a perdérmelo.

-Hey. – Dije. - ¿Entramos?
-¿Ahora? – Preguntó Zayn.

Arqueé una ceja y asentí. Zayn miró a su alrededor y ninguno de ellos parecía querer entrar conmigo.

-Entraremos luego, Niall. – Dijo Zayn.
-Bien. Yo entraré ahora.

Zayn resopló y miró para otro lado.

-¿Alguno viene? – Pregunté de nuevo.
-Yo. – Dijo Tom.
-Yo también. – Dijo Jordan.

Los tres emprendimos camino hacia la entrada. Atravesamos el pequeño jardín que tenía decorado. Lo examiné lo justo, mientras subía las escaleras que daban a la entrada de la casa.

No había nadie evitando que pasase más gente, simplemente entrabas y podías disfrutar de la apetecible fiesta pija.

Había demasiada gente y la música estaba alta. Intentaba que Tom y Jordan no se separasen de mí mientras que echaba un vistazo a la fiesta, pero era inevitable no perderles.

Lo único que se veía desde la distancia eran los malabarismos que hacía el camarero de la barra, intentando seducir a seguramente alguna chica que estaría por allí.

-Hola, guapo.

Una rubia de ojos azules se interpuso en mi camino.

-Me llamo Emma. – Me informó.

Arqueé una ceja y miré a mí alrededor. Había perdido la pista de Jordan y Tom por completo.  

-Genial. – Dije.
-¿Te apetece bailar? Han convertido una habitación en discoteca. – Me propuso.
-No, gracias. – Contesté.
-¿De verdad no quieres venir conmigo? – Preguntó. – Eres muy guapo…

Su dedo índice se apoyó en mi pecho, y empezó a bajar por mi torso.

Rápidamente atrapé su muñeca y la retiré bruscamente de mí.

-Preciosa, tengo novia. – Dije, con una falsa sonrisa.

La chica frunció el ceño.

-Si no querías nada conmigo solo tenías que decírmelo. – Musitó. – Asqueroso.

La música estaba alta, pero escuché todo lo que dijo la chica a la perfección. Sólo esperé a que se diese la vuelta para poner mis ojos en blanco y lamentarme.

Necesitaba algo que me refrescase. Una copa, por ejemplo.

Me abrí paso entre la gente y, cada vez, veía más cerca el bar.

Parecía una lucha completa hasta llegar a un lado de la barra, la cual, encima, no tenía apenas un centímetro para pedir algo de beber.

Vi como un chico moreno de ojos verdes hablaba con otra chica, la cual estaba rodeando su vaso con las manos. ¡Se iban! Fui lo más rápido posible detrás de la chica y me preparé para entrar en su sitio.

Me puse demasiado cerca de ella, porque su bebida aterrizó en mi torso, empapando toda mi camiseta. ¡Joder! ¡Mierda! ¡Maldita sea!

-Oh, perdón, disculpa.

Bajé mi mirada para ver de quién se trataba. Sin embargo, sus ojos marrones y expresivos, su cara de preocupación y sus perfectas manos rodeando el vaso con el que me había esparcido todo encima, me endulzaron.


-¡Tú! – Exclamé. 


Capítulo 3.

Subíamos por las escaleras de su casa. Yo iba detrás de ella cargado con mis libros y demás cosas que Anne me había dicho que servirían.

Mientras, en mi mente, sólo podría repetirse una continua pregunta: ¿Cómo se enseñaban matemáticas a alguien que ni siquiera conocías?

Aún no había pasado el tiempo suficiente como para que me diese tiempo a procesar todo esto que estaba pasando. Aún no sabía si se trataba de una broma todo esto.

Entramos a la habitación de ______. Era grande y luminosa, pero tampoco quise describirla mucho más con mis ojos, pues quería terminar con esto lo antes posible.

-Toma asiento. – Me ofreció _____ sacando un banquete del armario. Lo puso al lado de la silla de estudio. – Coge la silla que quieras.

Giré mi labio y pensé en algo: ¿Quería estar cómodo o ser educado? Iba a estar aquí un buen rato. No creo que la importase que me sentase en la silla de estudio, pues yo era el profesor.

Di dos pequeños pasos, y aterricé mi cuerpo en la cómoda silla. La chica se quedó algo desconcertada. Apostaba a que pensó que me sentaría en el banquete.

No me conocía aún lo suficiente como para saber que, con desconocidos no tenía ningún tipo de “compasión”

Puse la bandolera sobre el escritorio y saqué el libro que el día anterior me dijo Anne que usase con ______. ¿De verdad esto le serviría? Resoplé en mi interior y lo extendí hasta su altura. También saqué dos calculadoras que dejé aparcadas en un rincón del escritorio.

Ninguna conversación presente entre nosotros dos, solo se escuchaba las manecillas del reloj de noche que tenía en la mesilla de noche, cerca de nosotros. Ella estaba algo tímida, y lo prefería. No quería ser participante de una conversación con una chica que para mí, era algo insignificante.

-Toma. – Le dije prestándole el libro. – Dime que no entiendes.

La chica comenzó a ojear el libro. Yo la miraba de reojo. Su rostro no era del todo agradable, y entendí que esto me costaría muchísimo más de lo que me había imaginado. – Cosa en la que no había puesto demasiada confianza. –

-Creo que debes explicarme todo. – Dijo, tras un pequeño sonidito.
-¡¿Todo?! – Exclamé.
-Sí…

Mis dientes se apretaron e intenté conservar la paciencia que prometí tener. ¿De veras tenía que explicarle todo? ¿Qué tipo de encerrona era esto? ¿Anne y _____ estarían compinchadas? De veras, quería salir de esta situación lo antes posible, y despedirme de toda esta tontería de críos en la que me había involucrado.

Cogí el libro e intenté conservar el comportamiento de persona madura y paciente que Anne me había asegurado que tenía. Pasaba las hojas del libro, intentando empezar por algo simple y sencillo. El problema era: ¿El qué?

Al fin avisté un problema de aritmética que podría valer. ¡Maldita sea! Mis planes de verano no era pasarlos todos en una habitación, con una cría patosa y algo inmadura.

La rabia me abrasaba las venas. “Sé paciente, Niall” me repetía en mis adentros.

-¿Entiendes esto? – Pregunté.
-Supongo que si me lo explicas, lo entenderé rápido. – Dijo, con la voz entrecortada.

¿Explicarle esto también? ¡Dios mío! Me quería tirar por la ventana. Yo no servía para esto. Necesitaba una dosis de convicción.

-Toma la calculadora. Intenta hacer lo que sepas y apúntalo en el folio. Yo mientras haré una llamada. – Dije.

Le tendí la calculadora y la dejé sobre el folio que tenía delante de ella. Atravesé su habitación y tomé el pomo de la puerta hasta salir al pasillo de la planta de arriba, donde solo estaban las puertas de las habitaciones.

Saqué el teléfono de mi bolsillo y busqué desesperado el número de Anne.

Lo puse en mi oído y esperé un par de pitidos. Al tercero, la melodiosa voz de mi novia, se escuchó en el aparato.

-¡Hola, cielo! – Exclamó.

Al fondo se escuchaban gaviotas, y las olas del mar, cosa que me facilitó saber que estaría cerca de la playa.

-Anne… - Musité.
-¿Estás bien? ¿Te pasa algo? – Preguntó, preocupada.
-No entiendo por qué tengo que hacer esto.  No me adapto. – Dije.
-Oh, vamos cielo. Date una oportunidad. Seguro que a la tercera clase lo haces genial.
-No, no. esto es imposible, Anne. Tu hermana no entiende nada. ¿Cómo quieres que le explique todo eso? Ni si quiera soy profesor de matemáticas… No entiendo porque tu madre tiene que aceptar una relación si ya eres mayor de edad. Además, tu hermana y yo no nos podemos llevar bien. Es una cría.
-Niall, por favor. Este es el último recurso. Además, mi hermana es simpática. Te caerá bien. Sólo es un poco más pequeña. Ten paciencia.
-Anne…
-Última oportunidad. – Me interrumpió. – Si de aquí a unos días no te adaptas, te prometo que pensaré en otra cosa.  
-¿Prometido? – Le pregunté.
-Te lo prometo.
-Está bien. Luego hablamos. Te quiero.
-¡Ese es mi chico! – Exclamó Anne. – Y, ahora, vuelve con ella. Luego te veo. ¡Te quiero!

Resoplé y me calmé. Hablar con Anne lo había hecho, pero necesitaba concentrarme en que esta era la última oportunidad.

Abrí la puerta del cuarto y observé a _______. Tenía una mano puesta en su cabeza mientras daba golpecitos con el bolígrafo en ella.

Me senté y miré el folio. Mi sorpresa llegó cuando vi lo que había hecho: Nada.

¡No había hecho nada! De nuevo la rabia corría por mis venas. ¡Quería salir de aquí!

-No has hecho nada… - Dije, con tono rencoroso.
-Si no me explicas nada no pretendas que lo sepa. – Me contestó. – Te recuerdo que estás aquí para enseñarme y no para irte a hablar por teléfono. Si tan profesor eres, vamos. Enséñame.

Mi cara se descomponía mientras la chica iba pronunciando las sílabas. Sus palabras cada vez se elevaban más de tono y yo me intimidaba. ¿Y ese carácter tan estúpido a qué se debía?

-Encima soportar esto… - Susurré, sin querer.
-¿Perdona? – Replicó.

Mierda, me había escuchado.

-Nada. – Contesté.
-Bien, explícame. – Me ordenó.

¿Quién se suponía que mandaba aquí? ¿Ella o yo? Tomé aire y decidí sacar mi poca paciencia acumulada.

-Primero deberías saber lo que es el álgebra.
-Es la rama de la matemática que estudia la cantidad considerada del modo más general posible. Puede definirse como la generalización y extensión de la aritmética. – Musitó, sin mirar al libro.

La miré a los ojos y, por un momento, me estremecí. Eran expresivos y profundos. Un color marrón oscuro los detallaba. Sus pestañas eran largas y…

Agité disimuladamente mi cabeza. Me había tranquilizado. ¿Cómo lo había conseguido?

-Bien… -Balbuceé, disimulando mi paranoia. – Haz esta operación.

Arrastré su folio hasta mi altura. Me incliné sobre el papel y escribí una operación algebraica. Después, se lo extendí y ella atrapó el folio con sus manos.

Sus manos… 

Estaban algo morenas gracias al cálido sol del verano. Perfectamente cuidadas e hidratadas. Sus uñas eran rosas, y contrastaban perfectamente con su piel.

Agité mi cabeza de nuevo. Estaba quedándome embobado. ¿Sería el aburrimiento? Hacía tiempo que no hacía esto.

Era inevitable no poderla mirar las manos, las cuales me estremecían, así que, debía buscar una solución.

-Te sabes la teoría pero no la práctica. - Musité.  – Mira.

Suspiré en mi interior, y de nuevo recuperé el folio. Ahora solo miraba a la hoja, y me concentré en terminar la operación.

Álgebra. Se me daba tan bien cuando estudiaba…

-Es así. – Dije. - ¿Lo has entendido?
-Sí… - Titubeó. – Algo mejor.

Suspiré. Primer objetivo conseguido, pero no con éxito. ¿Por qué diablos me desconcerté tanto cuando miré sus ojos? ¿Y por qué me perdí cuando observé sus manos?

Era una cría antipática, patosa, borde e inmadura. No tenía nada que envidiar a Anne. Pero, ¿Por qué diablos la comparaba con mi novia?


Estaba delirando. Quizás el aburrimiento, quizás… No lo sé. 


lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 2.

Capítulo de la primera temporada: http://nobodycomparesatyou.blogspot.com.es/2012/12/capitulo-2.html

*

Andaba con la mente en blanco por la calle. Mi camiseta de tirantes era demasiada ropa para llevar en un día tan bochornoso como hoy.

Aún no había podido salir del shock que me tocaría vivir. ¿Ser el profesor de matemáticas de mi cuñada? Si era así como podía llamarse.

Agité mi cabeza intentando ser lo más objetivo posible. No quería juzgar a nadie y verlo desde la perspectiva que debía de ser.

Yo quería a Anne, ¿No? Si esto era a lo que me exponía por estar con ella, debía de hacerlo.

Aún así, en mi cabeza no cogía la idea de tener que ser simpático y poner buena cara a la hermana tan rara de mi novia. ¿No había otra opción? No, debía de ser esa.

Puse mis ojos en blanco y empecé a andar más rápido, el calor ya era insoportable.

Minutos después, llegué a los pies de la arena de la playa. Ahí estaban todos mis amigos esperándome como de costumbre.

-Tío, ¿Alguna vez en tu vida podrás ser puntual? – Preguntó Zayn.
-Yo también me alegro de verte, Zayn. – Contesté.

Todos se rieron de nuestro peculiar saludo y chocamos nuestras manos.

-¿Os apetece un partido de volley? – Propuso uno de nosotros.
-Claro. – Dije.

No costó demasiado convencer a los demás y, segundos después, emprendimos camino hacia la red que estaba libre. Yo estaba constantemente peleándome con mis zapatillas mientras atravesaba la arena, como de costumbre.

-Mirad. – Nos susurró Zayn a tres de nosotros.

Fruncí el ceño y le seguí con la mirada al chico, el cual aprovechó el despiste de Tom para ofrecerle una gran colleja.

Todos nos rompimos a reír cuando vimos que se invadieron en una pequeña carrera. Les seguí de nuevo con la mirada, pero esta vez fue a parar algo un poco más sorprendente. Me paré algo en seco y, dos segundos después, retomé el paso.

¿Esa chica que se estaba dando el protector solar tan sonriente no era _____? Mis ojos se agrandaron tres centímetros por segundo transcurrido mientras mi mente se quedó en blanco.

Sin embargo, mis pies continuaron andando. Normalidad, normalidad. Que no me saludase, que no me mirase. Ya tenía suficiente con tener que ir todos los días a “enseñarla” matemáticas.

Su mirada se levantó y mis ojos dieron con los suyos. Inmediatamente retiré la mirada y sacudí levemente mi cabeza.

Oh, mierda. Estaba quedando como un idiota.

Miré de reojo de nuevo y ella permanecía revisándome de arriba abajo, mientras sus otras dos amigas se reían mientras se echaban el protector, sin darse cuenta de lo que estaba pasando entre su amiga y yo. 

No entendí bien por qué esperaba un gesto mío. Si apenas la conocía de media hora. ¿Acaso el ser su profesor de matemáticas me ataba a preguntarla y saludarla como si fuésemos amigos de toda la vida cada vez que la veía? Una cosa no justificaba la otra.

-Hey, Niall. ¿Estás bien? – Preguntó Zayn, sofocado.

Sacudí mi cabeza y miré a mi amigo.

-Sí, sí. ¿Por qué no iba a estarlo?

Le di un pequeño golpe en la espalda y ambos sonreímos.

-¿Al final pudiste con Tom? – Pregunté.
-Claro, ¿Qué esperabas? Yo puedo con todo el mundo.
-¿Ah, sí? ¿Incluso conmigo?
-Contigo más, Nialler.
-¿Me has llamado Nialler?
-Tío, corre. – Se escuchó decir a uno de nuestros amigos.

Su puño aterrizó en mi estómago despacio y yo agrandé los ojos mientras que me puse a correr detrás de él. 
Su agilidad corriendo no se comparaba con la mía, y se escapaba siempre de mí.

-¡Eh, parad! – Exclamó Tom.

Ambos paramos inmediatamente y, sofocados, empezamos a pegarnos de broma.

-Vamos, colocaros. – Exigió de nuevo Tom.

Quité mi camiseta de tirantes dejando solo el bañador verde como única prenda en mi cuerpo. También me puse las gafas de sol para que pudiese ver el balón.

Empezamos la partida y miré discretamente al sitio donde estaban _____ y sus amigas, pero no había rastro de ellas.

Mi mirada empezó a buscarlas, sin ninguna razón en concreto, y las encontré metidas en el mar, todas mirando en la misma dirección: Yo.

Fruncí el ceño mientras di al balón para pasarlo al otro campo. ¿Por qué me mirarían?

Decidí centrarme en el juego y comencé a meter puntos al otro equipo. La constante celebración de Zayn y los demás, les irritaba hasta el punto de llegar a desconcentrarse totalmente.

Mi mirada de nuevo se dirigió a ______. Estaba saliendo del agua e iba corriendo a algún sitio. Su rostro iba acompañado de una preciosa sonrisa, como la de Anne. Eran realmente parecidas.

-¡Niall! – Protestó Jordan.

Le miré sobresaltado y su frente estaba arrugada.

-¿En qué demonios estás pensando? Ese punto ha sido el más fácil de toda la partida.

Vi como Tom y los de su equipo celebraban uno de sus pocos puntos y me disculpé. Ahora sí que tenía claro que no debía desconcentrarme.

¿En qué estaba pensando? ¿Por qué esa cría y todas las de su grupo me miraban tanto? De verdad me desconcertaba e irritaba. Más que nuestras celebraciones a nuestros contrarios.

Unas nubes negras y un viento que levantaba con todas sus ganas la arena, nos interrumpieron el juego. Decidimos recoger todo y volver a casa.

-Niall, yo tengo la bici. ¿Quieres que te lleve? – Propuso Zayn.
-Sí, por favor. – Contesté.

Todos corrimos hacia las bicicletas y nos montamos en ellas. Zayn en el sillín y yo atrás, de pie.

Empezamos a callejear, Zayn decía que era todo más rápido.

Nos acercábamos a la zona en la que vivía Anne, y rezaba porque su madre no saliese en cualquier momento.

-¿Vas cómodo? – Preguntó Zayn.
-Sí. – Contesté.

El chico asintió con la cabeza y empezó a pedalear más fuerte.

-Mira aquella chica, ¿Qué diablos está haciendo? – Preguntó.

Mi sonrisa me delató y me fijé que de verdad hacía algo raro con una toalla en la cabeza.

-Vamos a reírnos un rato. – Sugirió Zayn.

Este aceleró todavía más, cambiando las marchas.

-¡Qué guapa! – Gritó Zayn con ironía.

Su destacada carcajada me contagió, pero solo por un milisegundo. Cuando aquella chica se quitó la toalla de la cabeza, me di cuenta de que era ______. ¡Oh, no! ¿La habría cagado?

-¡Joder, Zayn! – Exclamé.
-¿Qué? – Preguntó aún sonriente.
-¡Esa es la hermana de mi novia!
-¿Y? No pasará nada, tío.

Fruncí el ceño y miré hacia el suelo, mirando como la velocidad de las ruedas iba casi más rápido que el sonido o la luz.

Siempre habíamos sido así, ¿Por qué no me sentí bien al hacérselo a ella?

***
Al día siguiente.

-Buenos días, Niall. – Dijo la madre de Anne, algo seca, en la entrada de la casa.
-Buenos días, señora. – Contesté.

Mi mente tenía un subconsciente que rezaba porque ayer ______ no les hubiese dicho nada sobre nuestro comportamiento tan infantil por la tarde con ella.

-¿Dónde está _____? – Preguntó Anne a su madre.
-Creo que aún no se ha despertado. Iré a avisarla de que ya estás aquí, Niall. – Dijo.

Asentí con la cabeza algo avergonzado. La señora comenzó a subir las escaleras y yo miré a Anne, que tenía esa magnífica sonrisa en su rostro, como de costumbre.

-¡Hola, cielo!

Sus labios se apoyaron en los míos ofreciéndome un casto beso. Se lo devolví y rápidamente ambos nos alejamos.

-Ven. – Me invitó.

Cogió mi mano y me condujo por el pasillo hasta llegar a la puerta del salón. Cogió de los pomos y la abrió. Un fresco aire del aire acondicionado me invadió, cosa que agradecí.

-Puedes tomar asiento. – Me propuso Anne.
-Gracias. – Le agradecí.

La chica se sentó a mi lado y la miraba encantado. ¿Por qué demonios me parecía tan preciosa? ¿Por qué la quería tanto? Estaba dispuesto a hacer esta absurdez por ella, ¿Enserio solo la quería?

-¿Estás nervioso? – Preguntó Anne.
-Algo. – Confesé. – Nunca he tratado con muchas chicas, siempre suelo estar con chicos y no sé cómo comportarme.
-Compórtate como si fuese un chico que acabas de conocer. – Me propuso.
-¿Enserio debo de comportarme así? – Pregunté, no muy seguro de que debiese de hacer eso.
-Sí, claro. Haz como si ella fuese un chico, algo más pequeño.
-Pero Anne, yo cuando conozco a alguien soy algo…
-He conseguido un trabajo en una tienda del paseo marítimo. – Me interrumpió. – Así mientras estéis estudiando no os molestaré.
-¿Trabajo? – Reclamé.
-Sí, cielo. Trabajo.  ¡En una tienda! Estaré encantada.
-Pero… No hace falta que te vayas.
-Será lo mejor para los tres.

Algo en la puerta del salón hizo que ambos nos sobresaltásemos. Era _____, y todo el zumo que llevaba en la mano se había derramado por la alfombra del salón.

Me sorprendí al ver que, esa chica, además de rara era algo torpe.

Su cara era de total sorpresa y creo que sus ojos pedían a gritos que la tierra la tragase. Yo estaba totalmente sorprendido. ¿De verdad tendría que estar una hora diaria con ella? Creo que no compaginaríamos nunca.

-¿Qué ha pasado? – Anne se acercó alarmada. - ¿____?
-Lo… lo siento… - Se disculpó la chica.
-Iré a por la fregona. Vosotros mientras iros acomodando.  – Dijo Anne.

Mis ojos se abrieron cuando vi que me tocaba quedarme ya solo con ella. Me miró buscando una mirada de complicidad, pero no pude correspondérsela. Estaba totalmente aislado. No sabía cómo debía de comportarme con ella. ¿Cómo Anne me había propuesto? ¿De verdad era la forma adecuada?

Vi como se dirigía a mí con pasos cortos y tímidos, sus manos estaban unidas por delante de su cintura.

Se sentó a mi lado y, ahora sus manos, rodearon sus rodillas. Mecía levemente su cuerpo mientras yo aún seguía sorprendido.

-Hola. – Me dijo con una sonrisa.

La miré algo sorprendido aún y algo dentro de mí me incitó a que la mandase una sonrisa. Estiré mis labios y la sonreí. Demasiado falsamente.

-Soy _____.  Ayer no tuve tiempo de presentarme.

De nuevo la miré y la sonreí vagamente. Las falsas sonrisas se apoderaban de mí. ¡Ya sé cómo te llamas!

-Y, bueno, serás mi profesor, ¿no? – Preguntó.
-Creo que está bastante claro. – Contesté.

Sí, conteste exactamente como le hubiera contestado a un chico que acababa de conocer. Mi frialdad con las personas desconocidas era algo que llevaba en la sangre, con ella no podía ser menos. Y más, si seguía el consejo de Anne. Debía de ser como era.

La chica miró a su alrededor entendiendo que yo no era una persona de muchas palabras con desconocidos. Continuó con su mecedura de cuerpo y yo uní mis manos para desahogarme retorciendo mis nudillos.

Anne entró por el salón con un cubo y una fregona y empezó a escurrirla para pasarla por aquel zumo que _____ acababa de derribar. Ella se levantó del sillón y yo aproveché para sacar el móvil.

Cuando levanté la cabeza me di cuenta de que Anne y _____ estaban hablando  mientras mi novia fregaba. Me alivié por un segundo.

Esto no iba a ser nada fácil, y menos sabiendo que la chica con la que me tocaba ejercer de profesor era algo rara, torpe y un poco cría.


¿Qué podría salir de aquí?

lunes, 28 de octubre de 2013

Capítulo 1.


*

-¿Lo estás diciendo enserio? – Le pregunté.

Ella se dejaba agarrar la muñeca con mi mano. Sus ojos rasgados y oscuros junto a su pelo moreno con la raya en medio. Esa sonrisa que le subían los pómulos. Sus carcajadas eran droga para mis oídos.

-¡Claro! – Exclamó entre carcajadas contagiosas.

Sonreí tímidamente y miré al suelo, aflojando la presión que tenía apoyada en su muñeca tan fina.

-¿No crees que…?
-No. – Me interrumpió.

Se soltó ágilmente de mi muñeca y, acto seguido, entrelazó sus dedos con los míos. Yo no discutí y dejé que lo hiciese.

-No creo nada. – Añadió, pegando su torso con el mío y mirándome desde abajo, con, como no, su sonrisa perfecta. – Sé que es el momento, Niall. Quiero que conozcas a mis padres y a mis hermanos. Y sé que lo mejor es que ninguno se lo espere.

Negué con la cabeza asumiendo la locura que Anne me proponía. ¡¿Conocer a su familia?! Resoplé y la chica no apartaba la sonrisa de su rostro.

-¿Quieres? – Preguntó.
-Eres tú la que debe querer.
-Y quiero, cielo. – Musitó, a dos escasos centímetros de mi boca.
-Entonces… No hay más que hablar.

La chica sonrió y me dio un rápido y suave beso en los labios.

-Genial. – Exclamó.

Segundos después, se alejó de mí, sin soltarse de mi mano, y me miró.

-A la hora de comer. Sé puntual.
-Lo seré. – Contesté sonriendo.
-¿Sabes dónde es? – Preguntó.
-Sí, me lo apuntaste antes, ¿Recuerdas?
-Ah, sí. – Dijo agitando su cabeza. – Soy una despistada.

La chica soltó mi mano dedicándome, ahora más amplia, una sonrisa.

-¡Luego te veo! – Me exclamó sacudiendo la mano y empezando a andar.

Sonreí. Anne era increíble. Quizás fuese su pelo, su sonrisa, su labia, su personalidad e ironía cuando menos lo esperaba. Su alegría y su vitalidad. Quién sabe. Sólo sabía que estaba enamorado de ella, y que nada podía hacerme cambiar de opinión.

Miré hasta que desapareció por la calle. Sí, siempre tan contenta y sonriente… Era diferente a todas las demás. A sus veintidós años parecía tener una vitalidad de dieciséis y estar viviendo un amor adolescente.

Y, ahora, solo tocaba esperar un par de horas hasta que fuese la hora de la comida y poder buscar  la casa donde Anne me indicó que sería esa comida familiar donde conocería a su familia.

Sin embargo, y si algo me imponía sobre todas las cosas, era su madre. Anne siempre me la describió una madre fría y estricta, la cual hacía lo que fuese para que la vida de sus hijos estuviese firme y bien encaminada.

Estaba nervioso, nunca había conocido a los padres de mis anteriores novias. Ninguna había confiado tanto en mí como para dar ese gran paso.

Aspiré y me monté en el coche para ir a mi apartamento.

~

Di un par de vueltas por la acera de enfrente de la casa. Un nudo en el estómago y un pulso acelerado me impedían tranquilizarme. Era una casa grande y preciosa.

Tragué saliva y apreté mis puños haciendo que las venas de mis brazos se marcasen. ¿Sudaría? Hacía demasiado calor ahí afuera. Comenzaba el verano y, con él, miles de experiencias que yo no sabía ni que podían llegar a existir.

Tomé aire una última vez y comencé a andar hacia la primera puerta exterior. La toqué y vi que, casualmente, estaba abierta.

La empujé y sonreí. Al parecer no era el momento de entrar aún.

Pisé el camino que conducía hasta las escaleras de un pequeño porche. A mi derecha había un columpio amplio donde podrían tener un rato libre. A mi izquierda, césped perfectamente verde y cuidado.

Continué andando, nervioso, y subí las escaleras del porche sin intentar perder el equilibrio y poder continuar teniendo algo de dignidad.

Ya estaba ahí, observando el botón del timbre. ¿Lo pulsaba ya o necesitaba echar a correr? No, no podía hacerle eso a Anne.

Caminé de un lado para otro dos veces y, tras auto convencerme, pulsé el botón del timbre.

Tragué saliva y sentí como mi garganta ardía, y mi frente quemaba por el calor y quizás por los nervios.

Esperé alrededor de dos minutos, pero, segundos después, escuché unos pasos apresurados hacia la puerta.

Sólo bastó un segundo para que una jovencita, quizás tres o cuatro años más pequeña que yo, abriese la puerta y se quedase mirándome.

No era la situación que tenía pensada, ni siquiera tenía pensado que quien me abriese la puerta no fuese Anne.

Resoplé en mi interior y vi como esa chica me revisaba de arriba abajo. Pero, ¿Qué diablos?

Tras mirar a la chica fijamente y no encontrar ninguna respuesta por minutos, llegué a la conclusión de que quizás me había confundido.  

-Creo que me he equivocado… - Dije, mientras que la chica me miró sorprendida.
-¿Quién eres? -  Preguntó.
-Niall, Niall Horan. – Dije. La chica entreabrió la boca y yo fruncí el ceño sin entender su reacción.  – Anne me debió de dar la dirección mal, lo siento.

Me di media vuelta y comencé a bajar las escaleras. ¡Maldita Anne! Me había engañado. Ya me imaginaba su reacción cuando la llamase para decirle que su broma no había sido del todo agradable. Su sonrisa y su carcajada profunda a través del teléfono…

No podía enfadarme con ella. Solo de pensar lo dulce e increíble que era, me endulzaba.

-¡Espera! – Escuché detrás de mí.  –Anne vive aquí. Anne es mi hermana.

Me di la vuelta y la miré, casi limpiándose el sudor y con los nervios a flor de piel. Fruncí el ceño de nuevo y, por dentro, resoplé al saber que no había sido una broma de Anne, y que simplemente me había precipitado.

-Bien. –  Dije metiéndome las manos en los bolsillos traseros para que ella me dejase entrar.
-Oh, perdón. Adelante.

La miré, sin sonreírla. No tenía gracia alguna. Estaba demasiado nervioso como para andarme con jueguecitos.

Pasé delante de la chica y noté como aspiró mi olor. Giré mi labio sin que ella me viese y me paré para que ella me indicase el camino. Sin embargo, no vi ningún amago de que lo fuese a hacer.

-¿Nos vamos a quedar aquí? – Pregunté de nuevo, al ver que no tenía reacción.
-Disculpa… Ven.

Arqueé las cejas y dejé que se pusiese delante de mí para seguirla. Lo único que se me vino a la mente mientras observaba la bonita y concordada decoración es que esa chica solo tenía el físico parecido a Anne.

La chica se situó delante de la puerta del que posiblemente fuese el comedor y la abrió.

-¡Eso es lo que os tenía que contar! – Exclamó Anne al verme.

Acto seguido se levantó de la silla y abrió los brazos en busca de un abrazo mío. Me miró con una mueca de complicidad. Yo sonreía como un idiota.

Todos los de la sala me miraban extrañados, incluso la hermana de Anne. Sin embargo, en quien más me fijé desde el principio, fue en el gesto de frialdad y distancia que mantenía la mujer en la mesa. El gesto del padre, sin embargo, era totalmente opuesto. De tranquilidad y de no importarle mucho toda la situación.

La sonrisa de Anne estaba en su cara. Era tan preciosa. Y, ella, seguía entre mis brazos, sin importarle la reacción de sus familiares.

-¡Niall es mi novio! – Exclamó la chica.

La miré sorprendido. La madre me mataría, y la mataría.

-¿Tu qué? – Reclamó la madre.

Ahora el padre cambió su gesto, y me miró con también algunas ganas de cogerme el pescuezo y arrancármelo. En la mesa también había un chico, que posiblemente fuese el hermano mayor del que tanto me había hablado. Liam, creía que se llamaba. Todas las caras de todos ellos eran de sorpresa. Yo quería que se agrietase la tierra y, por un segundo, me tragase.

Quizás estuviese rojo, colorado. No lo sé. Mi piel blanca no duraría mucho tiempo intacta en esta situación.

-Mi novio. – Recalcó Anne entusiasmada.

Sonreí por dentro y felicitándome de que sí, yo era su novio, y ella era mía.

Sin embargo, la sonrisa interior se retiró de un soplo cuando la madre se levantó de la mesa.

-Jovencita, ¿Podemos hablar un momento?

La chica no se negó y se dejó agarrar por el brazo con la mano de su madre. Mi gesto se enfrió y no sabía qué hacer cuando escuché que Anne había abandonado la sala.  Nada bueno podría cocinarse ahí afuera.

-Oh, toma asiento. – Dijo el padre de Anne.

Sonreí e hice caso. Sería lo mejor intentar disimular mi nerviosismo y calmar mis ganas de desaparecer de esa situación en ese justo momento. Me encaminé hacia una silla y tomé asiento.

Nadie hablaba. Yo observaba el diseño del salón mientras miraba como los dos hombres de la mesa devoraban la sopa que tenía tan buena pinta.

Debajo de la mesa, mis dedos pulgares estaban dando vueltas sobre sí mismos, y jugando un poco para calmar el ambiente interior que había construido yo solo. O bueno, quizás también alimentado por la situación tan incómoda que me estaba tocando vivir, y todo por complacer a Anne.

Mis ojos viajaron hasta los de su hermana, que me miraba concentrada. ¿Por qué me miraba de esa manera? ¿Tendría algo en la cara? ¿Estaría ya rojo? Los ojos de la chica rodaron tan rápidamente como yo paré los míos en los suyos. Qué chica tan rara…

La puerta del comedor nuevamente se abrió y entraron Anne acompañada de su madre. El gesto de la chica no era del todo amable, y no sabía qué pasaría ahora.

Quizás lo mejor que podría pasar sería que me fuese…

-Creo que yo me voy a ir yendo. – Dije.

Mi voz retumbó demasiado entre esas paredes, y todos me miraron de una forma algo inquietante. Me mordí el labio interiormente y pensé que no había sido del todo buena idea que me presentase aquí tan de sorpresa.

-Bien. – Dijo la madre de Anne.

Mi gesto fue de sorpresa. La madre fue algo impertinente con ese comentario. Me levanté de la silla, rodeando la mesa. A esa señora no le había caído nada bien, o eso me daba a pensar.

Miré a Anne y ella me miró con el gesto entristecido, girando el labio y arrepentida de su decisión.

-Lo siento... – Me vocalizó por lo bajo.

Giré el labio en forma de media sonrisa y ella pareció tranquilizarse. Quería que todos desapareciesen y pudiese abrazarla para sacarle esa sonrisa que tanto me gustaba, pero me tenía que ir. Era lo mejor.

-_____, acompáñale a la puerta. – Ordenó de nuevo la mujer.

_____. Así se llamaba la hermana de Anne. Tenía un bonito nombre, no podía negar eso.

La chica saltó automáticamente de la silla y se puso a mi lado, abriendo la puerta del comedor con sus manos y dejándome pasar.

Ambos emprendimos camino por el pasillo y había un silencio incómodo. Esa chica tenía un comportamiento y unos gestos extraños.

-Lo siento... – Se disculpó cuando llegamos a la puerta.

Fruncí el ceño y la miré perdido. ¿Por qué se disculpaba ella? No tenía la culpa. Encogí mis hombros.

-No es nada. – Dije.

Abandoné la casa elegantemente y crucé el camino de piedras, dirigiéndome andando hasta donde vivía.

El ir a su casa no había salido tal y como lo habíamos planeado. ¿Qué pasaría ahora con nosotros?

Miles de sensaciones recorrían mi cuerpo. ¿Y si Anne lo pasaba mal si estaba conmigo?

Decidí no involucrarme y maltratarme interiormente más y, lo que me quedaba para llegar a casa, decidí pensar en otras cosas.

~

Estaba tumbado en el sofá aún poco amoldado a mi cuerpo de la casa. Hacía tan poco tiempo que me había venido a vivir a este apartamento, que aún los muebles olían a madera nueva.

Bebía de mi botellín mientras miraba la televisión con el mando en la mano y sin decidirme con total certeza por algo que ver.

Segundos después, vi como en la mesa de al lado del sofá, mi móvil comenzó a vibrar y a desplazarse por ella.

Me incorporé y dejé rápidamente el botellín, cogiendo el móvil y percatándome de que Anne era la que llamaba.

Los nervios se apoderaron de mí. ¿Qué habría pasado y por qué habría tardado más de tres horas en llamarme?

No me demoré más y contesté el teléfono.

-Cielo. – Musité.
-Hola, Niall. – Murmuró ella, con la voz apagada.
-Perdóname… Quizás no haya sido del todo…
-No. – Me interrumpió ella, como de costumbre. – No es tu culpa.
-Bueno, quizás…
-No, Niall. Mi madre es muy estricta y aún cree que tiene poder sobre mí. Tengo veinte años y sé lo que hago, o lo que puedo hacer. – Me dijo, casi regañándome. 

Me quedé callado sin saber qué decirla. Tenía razón.

-Bueno, no puedo decirte otra cosa que no sea lo siento… - Dije.
-Yo sí. – Exclamó ella.

No sé por qué, me imaginé a Anne tumbada en su cama, mirando al techo y, por un momento, sonriendo.

-¿Tú sí? – Reclamé.
-He llegado a un acuerdo con mi madre. – Dijo.

Fruncí el ceño y vi una pequeña luz al final del túnel estrecho y oscuro.

-¿Cuál? – Pregunté curioso.
-Mi hermana necesita un profesor de matemáticas. – Informó. – Sólo necesitamos que confíe en ti, Niall. Solo necesitamos que le demuestres que puedes hacer algo para que le influencie a ella o algo que le importa positivamente.
-¿Qué quieres decir, Anne? – Pregunté, sin entender nada.
-Sólo hazte pasar por profesor de matemáticas.
-¡¿Qué?! – Exclamé. -¿Estás loca? ¿Cómo voy a hacer eso?
-Me has dicho muchas veces que se te dan bien.
-Pero no sé dar clases, Anne. Yo no sé hacer eso.
-Vamos, Niall. Confío en ti. Es de la única manera que podré hacer que mi madre confíe en ti y en mí.

Pero, ¿Por qué diablos me pedía esto? Era algo absurdo. No tenía que convencer de esta manera a nadie para que pudiese aceptar una mujer mis relaciones.

Me llevé la mano a la cara y me masajeé sin saber qué contestarla.

-Anne… Eso es una locura.
-Me buscaré un trabajo para cuando estés dando clases con ______. – Dijo, entusiasmada.
-Oh, Dios mío…
-Venga, acepta, por favor.
-Pero…
-Por favor, por favor.
-Está bien.

¿Había aceptado? ¿Enserio había aceptado hacerme pasar por profesor de matemáticas de una cría/hermana de mi novia/cuñada, para que la madre de mi novia/suegra, pudiese confiar en mí y aprobar nuestra relación?


Era algo surrealista, pero que haría si fuese por Anne. 

PD. ¡Aquí vuelve Nobody Compares! Esta historia me resultó increíble hacerla y leer todos vuestros comentarios y reacciones. Me encanta empezar una segunda temporada y ojalá salga genial, como la primera. Espero que os guste la idea y espero que salga bien. Espero que os guste y espero de verdad que la viváis tanto como la viviré yo volviéndola a escribir, y que de verdad vuelva la magia del rubito en Nobody Compares. ¡OS QUIERO NERRYS!